Sonaba “Peces de ciudad” y me
dijiste que por esa canción escogiste peinarte a lo “garçon” mientras veías y garabateabas
tristezas de un amor trágico sobre una servilleta. Tus gafas, tus vestidos, las
zapatillas multicolor y la frescura característica de quien esconde tristezas
profundas. También sos un alma atormentada.
Llegué con más miedo que ganas pero sabiendo que no tenía
nada que perder, viéndote a los ojos y dándole mil rodeos al asunto te dije lo
que ya sabías.
Subimos, nos vemos, nos besamos y nos recostamos juntos.
Pregunto si puedo y vos respondés con otra pregunta y decido decir la verdad:
Te quiero para que seas la mujer de mis cuentos, de mis tristezas, la luz de mi
decadencia y el punto final de las historias trágicas de ayer.
Desnudos y unidos en abrazos efusivos nos protegemos del
frío, besamos nuestras cicatrices y abrimos nuestros corazones. Sabes que te
quiero, entendés que te deseo, aceptás y permitís que te mancille, acaricie e
incendie. Me pierdo en lo oblicuo de tus ojos y me dejo seducir por tus miedos.
Te quiero paralelamente porqué sé que solo así podemos querer querernos.
Me quedo con el recuerdo de tu cuerpo en mi cama, tus labios
besando mi brazo y tu espalda en mi boca.
Toca disfrutar el momento, esperar y seguirte queriendo como
solo los amigos cómplices pueden hacerlo.
Te quiero sobre, abajo y a mi lado.