jueves, 19 de noviembre de 2009

Te sigo viendo.

Esto es de Maurice Echeverría. Me pareció sin duda precioso!

Tu sonrisa
es para todos, no para mí,
y eso me hace especial
ante tus ojos que no me ven.
Pero el caso es que yo sí te veo:
soy capaz de verte
hasta que las campanas renuncien,
y echen su último aliento,
latiendo en esta espera y en este encuentro,
en esta vocación de agradarte sin conocernos,
en lo oscuro, cuando no sabes que soy tu espía,
y soy tu Dios detrás de las cosas.

de guaros y putas amistades.

Y los dos cerdos ateridos bebían sin parar.
Cagándose de risa notaron que lágrimas caían de lleno sobre los vasitos con alcohol.

Se torturaban los mugrientos amigos, se solidarizaban entre si.
Atragantándose con penas y frías mortajas notaron que su aura de autodestrucción les inflaba el ego y les mataba el amor propio.

Esta vaga solidaridad empuja a consumos extraños que no llenan los vacíos pero sirven para podar la maldita mata de la desazón.

Las terapias no alcanzan y se mueren las cosas agrías con las que la compañía juega a entendernos.

lunes, 16 de noviembre de 2009

18/11/09

Porque cada día constituye una nueva burrada hoy afirmo que llevo mil cuatrocientas sesenta cagadas.

martes, 10 de noviembre de 2009

Casa con costuras.

Disfrutás de rozar con extraños. Decís vivir en la calle, pero tu casa es mi corazón, que está cocido a muerte en tu chapuceado tacón.

lunes, 2 de noviembre de 2009

aromas y comentarios aleatorios.

La música suena dentro de mi cabeza y creo no poder entenderla pero a fin de cuentas es el subconciente el que manda.

A lo lejos se dejan ver las siluetas de las ratas. De vez en cuando se siente lo crispado de mi pulso, acelerado y asustado te veo e inhalo tu dulzón aroma.

Juego con tus largos y estilizados dedos y me permito coquetear con tu ínfimo labio superior.

Todo con su infinito sabor amargo hacen menos miserable el facto de verte de lejos y rememorar. viviendo aceleradamente y sin planes sigo llenando mi haber de recuerdos ridículos y poco sustanciosos.

Tu propio color de avena y tu extraño olor alcanforado me empujan a lamerme y a olfatearme la mano y sus respectivos dedillos por ser los poseedores de tu esencial aroma y sabor.