Y ahí estaban los siete hijos de puta, recibiendo el sol de frente. Caminando entre sonoras carcajadas, árboles, miedos, represiones y automóviles ochenteros se jactan de ser mierda libre, pero mierda al final de cuentas…
Ilusos jovenzuelos caminan cuidando sus pasos y esquivando las miradas, escondiendo sus ojos rojovidriosomariguaneados. La amarga sonrisa que proyectaban era el ingrediente perfecto para una delación, para una traición, para una burla al uniformado.
Miserable alegría la de los siete hijos de la gran puta, caminan y pululan, solo fuman marihuana y fantasean con damas blancas más amargas que su corazón. Hermosos marihuanos pobres en discernimiento pero millonarios de ilusión.