Es
evidente que en Guatebala somos un colectivo social muy peculiar y con
desigualdad social abrumadora. Los guatemaltecos (los de a píe) somos ese
animal mitológico que sortea la muerte día a día para llegar a su lugar de
trabajo en donde entrega su fuerza laboral a cambio de migajas que no alcanzan
para sufragar el costo de la canasta básica según lo comentado por el Instituto
Nacional de Estadística y que a pesar de todo sonríe cuando le mientan la madre.
Somos ese culerito que malvive en las calle grises, ese desgraciadito que se
alimenta sobre la marcha para poder cumplir sus obligaciones, ese pedacito de
materia que se baja el panito con chile relleno con noticias dignas de novela
surreal. Sin embargo dicen que somos un pueblo "feliz, chispudo y bien chilero" cuando a todas luces pareciera que somos una broma de mal gusto hecha por algún
ente macabro dispuesto a usarnos como su entretenimiento al puro estilo “Sims”.
Es
necesario poner el dedo en la llaga y hacerle saber a la mayoría de
guatemaltecos de a píe que si estamos jodidos es por el enorme daño que le hace
al país la corrupción de la “clase política” que escogieron de la “extensa”
(¿?) gama de opciones que los titiriteros le ofrecen. Es realmente nefasto que en un país con
índices de pobreza tan alarmantes como Guatebala tengamos que soportar una
cueva de ladrones como lo fue Robapaz (por mencionar uno de tantos ejemplos)
quienes además de esquilmar el dinero de TODOS NOSOTROS cuentan con el
beneplácito del partido oficial.
No
es necesario ser un estadista para saber que el dinero sustraído de las arcas
del Estado puede ser empleado de manera eficiente, como cumplir con el mandato
presupuestario de carácter constitucional al cual tiene derecho la Universidad de
San Carlos de Guatemala, equipando los hospitales nacionales, mejorando las
condiciones laborales de médicos y maestros, renovando la infraestructura de
las escuelas en el país, esto solo por citar algunos casos más que evidentes.
Pero no, el dinero de todos los guatemaltecos no se emplea en mejorar las
condiciones de vida de todos los desdichados que por azares del destino dejamos
el ombligo en este paraíso de impunidad.
Aunque
no debemos perder la (poca) esperanza, tal vez en una dimensión paralela los
guatemaltecos contamos con una clase política que nos llene de orgullo por su
altruismo y visión integral de país en la cual no tienen deuda política por
pagar, que no viajen con todo y el chucho para las visitas diplomáticas, que no
alcahuetean ministros aprovechados, mandos medios corruptos, crimen organizado
y policías chinches.
Tal
vez solo soy un soñador que le gusta pensar que en el fondo de su caparazón
nuestros funcionarios estirados tienen un corazoncito que late suavemente por
su pueblo que se muere de hambre mientras los observa dilapidar lo poco que nos
queda en el país.