Despues de una dura semana, Pre-Cadáver comprendió muchas cosas. Entre ellas notó que el domingo es un buen día para descansar.
Un buen día para sacar lo poco bueno de si y dejarse morir.
Toda la semana pensó en la anciana que le auguró una muerte tortuosa e inmisericorde. La estampa de la señora era tan deplorable como la de un perro moribundo y su ignorancia comparable unicamente con el ego de Pre-Cadáver.
Era imposible no recordar tremendo monumento a lo maldito. Si, esa maldita anciana era la mensajera. Ella lo contagió de muerte, ignorancia y miseria.
Recuerda sus arrugas insolentes y su aliento a tabaco y alcohol de manera clara. Unicamente pensaba en su miseria y decadencia, pero no sentía ni el mínimo de lástima.
Vieja de mierda pensó al escuchar su miserable profecía. ¡Pobre Pre-Cadáver! No entendió que el remachaba su ataúd al pensar eso.
Al pasar de los días entendió o se resignó a que moriría, no materialmente. Unicamente su ego terminaría aplastándolo.
¡Pobre pre-cadaver!
Pensó que morir por una inminente pérdida de amor propio y de todo sentimiento de hedonismo no sería gran cosa.
Bendita Soberbia, al abandonar a Pre-Cadáver este entiende que al ser despojado de sus características malditas no es más que un ser extraño que está empezando a odiarse.
No solo fue despojado de sus entrañas, del poco amor que tenía y del que debía. Fue rellenado de apatía e indiferencia.
¡Pobre miserable! Al fin entendió que esa era la peor muerte que podía tener.
(Para Cumbita!)