lunes, 19 de octubre de 2009

240.

Las letras caen una a una al igual que las lágrimas que riegan la cálida arena.

Caigo, me levanto y vuelvo a caer y me vuelvo a levantar.

La casa quedó completamente vacia. Solo quedan frias sombras de la resaca de amar y ágrios deseos de querer partir ya -ninguna de las dos cosas vale la pena en realidad-.

Ruegos a dioses sordos, lamentos dionisiacos en donde el acohol no deja cicatrizar.

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